Narraciones del recorrido que realizo vía terrestre por el Centro y una parte del Sur de América, con el objetivo de llegar a Colombia, a participar en el Tercer Encuentro de Periodistas con Visión de Género.

martes, 1 de diciembre de 2009

Colombia: El riesgo es que te quieras quedar.


“¿Sabe qué? Haga lo que sea verdadero, pero no lo haga para que otro le diga qué grande eres, pobre idiota”. Esa frase la encontré en una barda a modo de grafiti aquí en Bogotá, y me conmovió de verdad porque tiene mucho que ver conmigo. Y es que nunca lo había leído pero parece como si esa instrucción estuviera en mi mente desde hace mucho tiempo y la siguiera al pie de la letra.
Muchas veces es difícil decidir vivir primero por la aceptación propia y dejar la ajena en segundo plano, y siempre va a ser más fácil criticar y alardear que lo hecho por otro podría estar mejor hecho por una misma, por eso yo he elegido la primera acción, hacer lo que me diga mi convicción sin esperar que los demás les parezca bueno.
Esta serie de relatos honran ese espíritu, ya que las expuse con el único interés de compartirlas y al ser hoy mi último día de trayecto solo me resta agradecer a quienes han estado al pendiente de darles seguimiento, y sobre todo a los grandes amigos que colaboraron de un modo u otro para que el viaje fuera posible.
Estoy segura de que siempre se puede mejorar lo que se ha hecho, pero lastimosamente, como dicen acá en Colombia, el tiempo es muy corto. Creo que al final, lo más importante ha sido llegar hasta acá con un esfuerzo muy grande y hacer todo lo posible porque la experiencia sea grata.
Justo por eso este día, las integrantes de la delegación Tamaulipas celebramos el cierre del encuentro de la Red Internacional de Periodistas con visión de Género con un recorrido intensivo por los lugares más atractivos de la ciudad como el santuario de Monserrate, en un cerro al que subimos en el funicular que es un tren amarrado por cables para que no se caiga, ya que la pendiente tiene una inclinación casi de 90 grados, aunque preferíamos el teleférico pero estuvo descompuesto. También pasamos al museo del Oro y al de Fernando Botero, donde me hice una foto con la Mona Lisa gorda, una de las obras más representativas de este creador oriundo de Medellín.
En los mercados de artesanías nos dijeron que el café de Juan Valdez no es el mejor de Colombia, que hay otros más ricos y que tampoco el que bebimos en nuestra estancia lo es, pues el de más alta calidad se exporta y solo dejan en el país algo como la basurilla de eso.
Ahora estamos camino a casa todas juntas: Silvia Mejía del periódico La Razón, Anahy Meza de Milenio, Ivette Rodríguez de Metronoticias, Montserrat Calderón de Milenio, Liliana Rivera de En línea Directa, y Fabiola Jiménez de Grupo Flores Radio, todas ellas de Tampico. Además por ciudad Victoria Lourdes Ramírez de Mi Radio y la coordinadora de la red estatal, Rosa María Rodríguez Quintanilla del periódico El Expreso. Cansadas pero satisfechas y muy ansiosas por volver a México y fascinadas con la belleza de Colombia.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Mi descubrimiento de Sudamérica

Hace dos años, cuando asistí al encuentro en Oviedo, España y decidí narrar mis crónicas a distancia, entre todas las confusiones que muchas veces me rodean tenía, igual que esta vez, la certeza de que no viajé en plan turístico. Mi interés no es justamente ir a los principales atractivos de cada ciudad que visite, sino hallar experiencias, gente, situaciones diferentes y vivir, que es algo más proactivo que el conocimiento académico.
En este recorrido que inició en la frontera sur de México, que comparada con la norte, donde yo vivo, ya es en sí sola una historia aparte por los contrastes que lo hacen parecer un país distinto, tuve la oportunidad de pasar muy poco tiempo en las ciudades y de aprovecharlo al máximo para llegar sus corazones.
Bogotá no es la excepción, porque hasta ahora estuve limitada a su imagen turística, pero ya pude conocer algo más de su riqueza interior, la que yo encuentro en su gente buena y en sus paisajes urbanos. Me gustan las zonas donde las personas se mueven rápidamente a hacer su vida cotidiana y sin darse cuenta ni apreciarlo son parte de ese espejo cultural.
El descubrimiento fue fortuito y es que hoy durante el receso de la comida intentamos visitar el Museo Del Oro algunas compañeras de la delegación Tamaulipas, presentes en el encuentro de la Red Internacional, pero a Rossy Rodríguez Quintanilla, la coordinadora estatal, se le extravió su computadora portátil porque la olvidó en un lugar. Entonces al bajar del taxi nos dimos cuenta de eso y nos movimos hacia una cabina telefónica para hacer llamadas a las compañeras responsables de la logística y pedirles que la buscaran porque ahí ella lleva invertidos dos años de la tesina que va a presentar para graduarse de una maestría. Como no tuvimos una respuesta satisfactoria preferimos volver hacia la universidad Javeriana a buscarla personalmente, pero era una hora pico para el tráfico y los taxis iban llenos, por eso en la desesperación por ir a prisa le sugerí a Rossy subirnos al colectivo y así lo hicimos, lo peculiar y no sé por qué me pasa, es que al mirar desde el microbús la ciudad me pareció más estética, más atractiva y al recuperar el ordenador definitivamente, mucho más divertida.
Bueno y finalmente no conocimos el museo por hoy, pero estoy satisfecha por mi descubrimiento de Sudamérica.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Bogotá: con aroma de café.

Llegar a Bogotá me dio la tranquilidad de haber avanzado ya un buen tramo, porque aquí el camino no termina. Hoy apenas iniciamos trabajos en el encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Es grandioso estar de nuevo con mis colegas de América Latina y Europa, pero ahora también vienen de Africa de porque hay compañeras procedentes de Marruecos y de Asia, una Jordania.
También es cierto que para este día ya estoy bastante agotada, pero a la vez muy emocionada por este reencuentro con mis amistades y muy receptiva para conocer a la gente nueva. De hecho, esta noche se sentaron en la mesa de la cena con las compañeras de Tamaulipas y yo, unos chicos bogotanos que nos simpatizaron mucho pero además son un par de soles, porque nos llevaron al “Septimazo”, que es un paseo semejante al rol aunque en este caso, todos los viernes se cierra al tráfico vehicular la calle Séptima, que es una de las principales del centro de la ciudad –en el barrio La Candelaria-, de las seis de la tarde a las 10 de la noche, y se abre la tolerancia a la presencia de vendedores informales sin cobro de impuestos o permisos. Allí no solo se ofrecen artesanías y productos diversos, que van desde ropa y accesorios, hasta libros, discos y aparte artistas callejeros dan su espectáculo por unas cuantas monedas. Yo compré el disco de una negrita cumbianchera que hallamos cantando, igual que un imitador de Juan Gabriel y uno de Michael Jackson.
Al finalizar el tiempo de margen que se da a los comerciantes llega la policía haciendo sonar sus sirenas, y la gente se retira de la cinta asfáltica para que circulen de nuevo los carros.
Cuando nos dieron las diez seguimos por ese sector hacia el que se conoce como El Chorro de Quevedo, que según nos cuentan Víctor y Fernando (los colombianos), es el punto exacto donde se fundó la ciudad y ahora es un corredor de bares, restaurantes, teatros, y pasillos donde hay muchachos tocando instrumentos o cantando. El ambiente es muy universitario y multicultural, de verdad exótico pues acuden hasta ahí jóvenes pertenecientes a las distintas tribus urbanas (emo, dark, punk, etcétera) y este espacio para la diversidad también forma parte de un esfuerzo que el gobierno de Bogotá está realizando para el rescate de su centro histórico, al igual que el Septimazo.
Concluimos el recorrido en la terraza del bar El Gato Gris, donde tomamos cerveza Club Colombia y comimos una picada o botana, como diríamos en México, de carnes frías y quesos.
La diversión fue magnífica pero el trabajo también fue bastante en este primer día, mañana seguiremos en conferencias y actividades que al final nos lleven a la integración de acuerdos como la votación por la coordinación de la Red Internacional y la sede del próximo encuentro, algo para lo que… trataré de levantarme muy temprano aunque esté tan cansada.

viernes, 27 de noviembre de 2009

¡Merezco estar en Panamá!


¡Panamá es lo máximo! Es lo mejor que he visto en mi recorrido.
La capital de este país, homónima, es hiperdinámica, muy metropolitana y su aspecto es definitivamente contrastante el que hay en el resto de Centroamérica, aunque la comparación es inadecuada porque, lo poco que sé es que esta nación no pertenece a uno ni al otro lado.
Es muy compleja su historia y lamento no tener más tiempo para estar aquí porque así poder conocerla más a fondo.
Es ilustrativo llegar acá y aprender tantas cosas que no sabía, como que Panamá era parte de Colombia y que se le independizó hace ya casi cien años.
Esta nación igual ha sobresalido de entre las de la región, ya que tampoco forma parte del SICA (Sistema de Integración Centroamericana), al que sí están incorporados Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y República Dominicana.
Pero en lo que se refiere a mi experiencia este día, fue muy gratificante coronar la tarde con un paseo por la bahía, después de una mañana sumamente lluviosa.
Yo le puse al mal tiempo buena cara, me fui a la lavandería a hacerle justicia a toda mi ropa sucia y es que ya llevo una semana con uno o dos días fuera de mi casa, entonces esta acción ya era imperiosamente necesaria.
Ah, y de tanta emoción que he sentido al ver esta urbe, casi olvidé el rato de conflicto que pasé tras salir de Honduras y llegar acá. Y es que, como informé en la anterior entrega, agoté los fondos de mi tarjeta al comprar el boleto de avión, y al llegar a Panamá intenté buscar a una compañera de la Red, pero no contestaba su móvil, así es que por pura suerte un promotor me ofreció hospedaje por 20 dólares en un hotel muy austero y corrí el riesgo de pagar con mi tarjeta de crédito, que afortunadamente no fue declinada. El hotel se llama Discóvery (hágame el favor), y cuando le informé de eso a un amigo en México me dijo “donde su estadía será toda una aventura…”. Lo importante era no pasar la noche a la intemperie y menos porque sigue lloviendo. Además ya mañana vuelo a Bogotá y entonces estaré reunida con el resto de las compañeras mexicanas que asistirán al encuentro internacional de periodistas y dejaré de estar sola.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Persiguiendo aviones y ¡upss! Se acabó el dinero.


Tras concederme aquella licencia de hacer a un lado las preocupaciones, admito que la pasé muy bien pero el tiempo siguió su curso y el desfase de mi itinerario para recorrer Centroamérica se volvió mayor. Ayer aún pensaba saltar Nicaragua y llegar directo a Costa Rica. El problema es que solo quedan tres días para que inicie el encuentro, por lo cual yo ya debería estar camino a Panamá porque tengo un vuelo reservado allá para ir a Colombia. Hacerlo por tierra es mucho difícil y tardado. Dediqué bastante tiempo a pensar soluciones y cuando por fin concluí que me tendré que ir en avión, me enteré de que el precio del boleto se había disparado.
Estuve haciendo diferentes maniobras, como hablar con amistades en México para que me cambiaran el vuelo de Panamá que iría a Barranquilla, para un día más tarde y con destino a Bogotá para tener más tiempo de disponibilidad para comprar el vuelo, pero de todos modos fue inevitable pagarlo carísimo, y así se agotaron mis reservas de dinero.
Yo repito con frecuencia esta frase: lo único superior a la genialidad es la locura. Y la locura tiene diferentes interpretaciones, lo que yo intentaba hacer, cruzar Centroamérica por tierra en una semana es una locura, pero definitivamente no es algo superior a la genialidad. Al final de todo esto me quedó muy claro que hasta las locuras pueden tener límites.
La compra del boleto de Tegucigalpa a Panamá fue una aventura más que por sí sola merecería ser contada con detalles, pero ahora me detendré en uno solo que no obstante fue muy singular.
Por la premura de la compra no pude hacerla por internet, me indicaron ir a la ventanilla de Copa Airlines en el hotel Clarión, entonces fui y mientras esperaba a los colegas que me llevarían al aeropuerto hice plática con los guardias de seguridad, acerca de la situación política del país y el reconocimiento que para ellos merece el gobierno de Roberto Micheletti. Su respuesta me reconfirmó que la opinión está dividida en partes iguales, y que no se puede advertir nada de lo que mañana va a suceder en las elecciones. Lamento no poder quedarme a cubrir el proceso, y eso que sí consideré el acreditarme en el Tribunal Electoral, pero de hacerlo no llegaría a tiempo al encuentro de la Red Internacional en Colombia. Estoy segura de que hubiera sido una grandiosa experiencia pero la anécdota sucedida fue algo aparte. Es que cuando yo charlaba con los empleados del hotel, un chico me observaba y se reía, mientras fumaba un cigarrillo, entonces por su expresión supuse que quería integrarse al debate, por eso le pregunté si era hondureño, y para mi sorpresa me respondió no, mexicano. Claro, me emocionó encontrarme con un paisano tras tantos días lejos de mi patria querida. Luego le dije que soy periodista y él me dijo que trabaja en Artículo 19 (www.article19.org), una institución internacional dedicada a la defensa de los derechos humanos, en específico al de la libertad de expresión y que la parte más fuerte de su actividad es con periodistas, en la documentación de denuncias por agresiones. Su nombre es Ricardo González y me pareció muy oportuno entrevistarlo en relación al tema del golpe en Honduras. Después resultó que él iba a salir de Tegucigalpa ese día, igual que yo, pero la coincidencia también fue que salíamos en el mismo vuelo a Panamá, aunque él iba de conexión a México y yo ahí me quedaría. Aparte, nos tocó la misma fila de asientos en el avión y pues, ya con saber que estábamos en el mismo tiempo, en el mismo país, siendo mexicanos, que hacemos una labor muy paralela y hasta en los mismos temas, que tenemos amistades en común dentro de las redes y que volábamos juntos, fue algo que me pareció muy especial, en este mundo tan grande donde es tan difícil hallar gente con la que se pueda coincidir.
Ya cumplí una semana en travesía y estoy muy agradecida con todas las y los colegas que me han manifestado su apoyo, mis amigos, a quienes no tengo cómo pagarles todo lo que están haciendo por mí a distancia y a mi familia, que me espera y a la que ya ansío ver.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Honduras y el golpe… de timón.

Pues es mi segundo día en Honduras y me he tomado la licencia de relajarme y salir del conflicto existencial que me causa la obsesión por que todo salga de acuerdo al plan. Creo que llegó el momento de acabar con el drama y empezar a divertirme haciendo este viaje, total ¿yo qué hincada penitencia tengo que pagar?
Ayer dije que me atormentaba la disyuntiva de cómo seguir mi itinerario con el desajuste de tiempo que sufrí en Guatemala, pero me da gusto aprender una lección enorme. Es que yo pensaba recorrer América Central por vía terrestre en un promedio de 24 horas por país, pero ahora confirmo que es simplemente imposible (todos los idealistas que creen que esa palabra no existe deberían intentar este recorrido, para que se den cuenta de que así es).

Quizá se podría si las condiciones fueran otras, pero siendo limitada la oferta de transporte y más aún sus horarios (porque solo transitan durante el día y eso impide que yo pueda aprovechar las horas hábiles para trabajar), la meta sería más sencilla de alcanzar. No obstante, este ejercicio periodístico nunca fue para impresionar a nadie, y si hay algo que pueda aportar sería muy grande que fuera el aprendizaje y la humildad de reconocer cuando ciertas pulgas no brincan en el petate de uno.
De tal suerte estoy aquí poniendo la cara para aceptar mis límites y asumir que es el momento de dar un golpe de timón, para un rumbo distinto pero no hacia atrás. Yo tengo dos objetivos muy claros que siguen en pie y me conformo con cumplir solo estos: llegar a Bogotá a participar en el tercer encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género y volver a casa entera. Ambos son compromisos que dependen de mi responsabilidad.
Y para que esto no parezca el festival de las excusas hoy debo resumir que finalmente me encontré con mi colega Nusly Carías, comimos y pasamos la tarde en la redacción de El Heraldo, donde tuve el gusto de conocer al resto de los compañeros catrachos (ese es el gentilicio del que se enorgullecen). Me siento muy afortunada por estar con todos ellos, son magníficas personas y me dieron una muy cálida acogida, que ya me hacía falta después de las peculiares experiencias que pasé en Chiapas y Guatemala.
Pues al final de la faena en El Heraldo, ya pasadas las siete de la tarde, el transporte de la compañía llevó a su casa a varios de los trabajadores, lo que sirvió para dar un paseo rápido por la ciudad, ya obscurecido, pero pudimos pasar por la embajada de Brasil solo para intentar aproximarnos aunque, definitivamente, las entrevistas con el presidente depuesto Manuel Zelaya ya son imposibles ante el decreto de silencio preelectoral.
En el camino compramos para cenar unas tortillas de harina con frijoles y mantequilla que acá les llaman baleadas y son típicas del norte de Honduras. Me hablaron de otras comidas tradicionales como la carne asada, la torreja con chicharrón y el mondongo, que podríamos degustar mañana, mientras resuelvo cómo y a dónde seguir. Estoy pensando continuar la ruta sin pasar por Nicaragua e ir directo a Costa Rica, pero el bus llega obligadamente al primer destino ya por la tarde, allí aparca y vuelve a salir hasta el día siguiente, lo que me implica seguir con esa dinámica de tiempo muerto que no quiero más y aparte tendría que pagar otro hotel. El tiempo me persigue porque ya dejé un vuelo reservado de Panamá a Barranquilla para dentro de tres días, intentaré cambiarlo de fecha y a Bogotá, porque hasta ahora me enteré que entre una ciudad y otra hay ¡17 horas de distancia!

martes, 24 de noviembre de 2009

Me metí en Honduras y en aprietos.

Con 24 horas de atraso en el programa mi viaje original, salí de Guatemala y entre… no a “guatepeor”, pero sí a Honduras, con hache mayúscula y minúscula, porque también es verdad que ahora estoy en un dilema.

Es que por fin en la mañana conseguí una línea de buses seguros, más cómodos y con los destinos que necesito. Puedo decir que ahora sí viaje en condiciones ya más dignas, de hecho la compañía de buses se traslada con una patrulla de escolta, lo que garantiza la seguridad de todos los pasajeros, yo además hice amistad con una chica que me contó algunas de anécdotas muy interesantes, se llama Ely y es originaria de San Pedro Sula.


Bueno, pues mi dilema es el siguiente destino. Ya omitir a El Salvador de mi ruta fue una decisión forzosa, pero también es cierto que el tiempo se me escapa.

Hoy, por ejemplo, llegué cerca de la media noche a Tegucigalpa para encontrarme con mi colega Nusly Carías, quien también es miembro de la Red Internacional de Periodistas con visión de Género, pero de alguna manera la comunicación falló, al grado que no fue posible que coincidiéramos.

El plan era quedarme a dormir en su casa, pero por hoy no se pudo, así que me hospedé en un hotel muy lindo, rodeado por bares y restaurantes donde se percibe muy buen ambiente y yo, en vez de estar allí dedico mi tiempo a escribir, pero también a darle muchas vueltas al inevitable ajuste de mi itinerario.

La verdad es que esta experiencia está resultando más difícil de lo que esperaba y estoy entrando en una crisis de fe, también antes de lo que presumí que pudiera suceder.



Solo por decir algo amable esta vez voy a resaltar que me quedé enamorada de Santa Rosa de Copán, la ciudad fronteriza por la que entré al dejar Guatemala, porque su aspecto parece sacado de pinturas o películas clásicas, es un pueblito de callejuelas empedradas, mulas de carga y construcciones muy coloniales.

Algo que también me dio oxígeno fue acercarme a la embajada de México en Guatemala antes de irme, pues aunque estaba cerrada, el hecho de ver mi bandera y mi escudo nacional me hizo recordar lo grande de mi patria y mis paisanos. Ahora estoy convencida de no hay en el mundo gente como la nuestra y que mi país es el mejor lugar del mundo para vivir.