Narraciones del recorrido que realizo vía terrestre por el Centro y una parte del Sur de América, con el objetivo de llegar a Colombia, a participar en el Tercer Encuentro de Periodistas con Visión de Género.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Bogotá: con aroma de café.

Llegar a Bogotá me dio la tranquilidad de haber avanzado ya un buen tramo, porque aquí el camino no termina. Hoy apenas iniciamos trabajos en el encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Es grandioso estar de nuevo con mis colegas de América Latina y Europa, pero ahora también vienen de Africa de porque hay compañeras procedentes de Marruecos y de Asia, una Jordania.
También es cierto que para este día ya estoy bastante agotada, pero a la vez muy emocionada por este reencuentro con mis amistades y muy receptiva para conocer a la gente nueva. De hecho, esta noche se sentaron en la mesa de la cena con las compañeras de Tamaulipas y yo, unos chicos bogotanos que nos simpatizaron mucho pero además son un par de soles, porque nos llevaron al “Septimazo”, que es un paseo semejante al rol aunque en este caso, todos los viernes se cierra al tráfico vehicular la calle Séptima, que es una de las principales del centro de la ciudad –en el barrio La Candelaria-, de las seis de la tarde a las 10 de la noche, y se abre la tolerancia a la presencia de vendedores informales sin cobro de impuestos o permisos. Allí no solo se ofrecen artesanías y productos diversos, que van desde ropa y accesorios, hasta libros, discos y aparte artistas callejeros dan su espectáculo por unas cuantas monedas. Yo compré el disco de una negrita cumbianchera que hallamos cantando, igual que un imitador de Juan Gabriel y uno de Michael Jackson.
Al finalizar el tiempo de margen que se da a los comerciantes llega la policía haciendo sonar sus sirenas, y la gente se retira de la cinta asfáltica para que circulen de nuevo los carros.
Cuando nos dieron las diez seguimos por ese sector hacia el que se conoce como El Chorro de Quevedo, que según nos cuentan Víctor y Fernando (los colombianos), es el punto exacto donde se fundó la ciudad y ahora es un corredor de bares, restaurantes, teatros, y pasillos donde hay muchachos tocando instrumentos o cantando. El ambiente es muy universitario y multicultural, de verdad exótico pues acuden hasta ahí jóvenes pertenecientes a las distintas tribus urbanas (emo, dark, punk, etcétera) y este espacio para la diversidad también forma parte de un esfuerzo que el gobierno de Bogotá está realizando para el rescate de su centro histórico, al igual que el Septimazo.
Concluimos el recorrido en la terraza del bar El Gato Gris, donde tomamos cerveza Club Colombia y comimos una picada o botana, como diríamos en México, de carnes frías y quesos.
La diversión fue magnífica pero el trabajo también fue bastante en este primer día, mañana seguiremos en conferencias y actividades que al final nos lleven a la integración de acuerdos como la votación por la coordinación de la Red Internacional y la sede del próximo encuentro, algo para lo que… trataré de levantarme muy temprano aunque esté tan cansada.

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