Narraciones del recorrido que realizo vía terrestre por el Centro y una parte del Sur de América, con el objetivo de llegar a Colombia, a participar en el Tercer Encuentro de Periodistas con Visión de Género.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Honduras y el golpe… de timón.

Pues es mi segundo día en Honduras y me he tomado la licencia de relajarme y salir del conflicto existencial que me causa la obsesión por que todo salga de acuerdo al plan. Creo que llegó el momento de acabar con el drama y empezar a divertirme haciendo este viaje, total ¿yo qué hincada penitencia tengo que pagar?
Ayer dije que me atormentaba la disyuntiva de cómo seguir mi itinerario con el desajuste de tiempo que sufrí en Guatemala, pero me da gusto aprender una lección enorme. Es que yo pensaba recorrer América Central por vía terrestre en un promedio de 24 horas por país, pero ahora confirmo que es simplemente imposible (todos los idealistas que creen que esa palabra no existe deberían intentar este recorrido, para que se den cuenta de que así es).

Quizá se podría si las condiciones fueran otras, pero siendo limitada la oferta de transporte y más aún sus horarios (porque solo transitan durante el día y eso impide que yo pueda aprovechar las horas hábiles para trabajar), la meta sería más sencilla de alcanzar. No obstante, este ejercicio periodístico nunca fue para impresionar a nadie, y si hay algo que pueda aportar sería muy grande que fuera el aprendizaje y la humildad de reconocer cuando ciertas pulgas no brincan en el petate de uno.
De tal suerte estoy aquí poniendo la cara para aceptar mis límites y asumir que es el momento de dar un golpe de timón, para un rumbo distinto pero no hacia atrás. Yo tengo dos objetivos muy claros que siguen en pie y me conformo con cumplir solo estos: llegar a Bogotá a participar en el tercer encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género y volver a casa entera. Ambos son compromisos que dependen de mi responsabilidad.
Y para que esto no parezca el festival de las excusas hoy debo resumir que finalmente me encontré con mi colega Nusly Carías, comimos y pasamos la tarde en la redacción de El Heraldo, donde tuve el gusto de conocer al resto de los compañeros catrachos (ese es el gentilicio del que se enorgullecen). Me siento muy afortunada por estar con todos ellos, son magníficas personas y me dieron una muy cálida acogida, que ya me hacía falta después de las peculiares experiencias que pasé en Chiapas y Guatemala.
Pues al final de la faena en El Heraldo, ya pasadas las siete de la tarde, el transporte de la compañía llevó a su casa a varios de los trabajadores, lo que sirvió para dar un paseo rápido por la ciudad, ya obscurecido, pero pudimos pasar por la embajada de Brasil solo para intentar aproximarnos aunque, definitivamente, las entrevistas con el presidente depuesto Manuel Zelaya ya son imposibles ante el decreto de silencio preelectoral.
En el camino compramos para cenar unas tortillas de harina con frijoles y mantequilla que acá les llaman baleadas y son típicas del norte de Honduras. Me hablaron de otras comidas tradicionales como la carne asada, la torreja con chicharrón y el mondongo, que podríamos degustar mañana, mientras resuelvo cómo y a dónde seguir. Estoy pensando continuar la ruta sin pasar por Nicaragua e ir directo a Costa Rica, pero el bus llega obligadamente al primer destino ya por la tarde, allí aparca y vuelve a salir hasta el día siguiente, lo que me implica seguir con esa dinámica de tiempo muerto que no quiero más y aparte tendría que pagar otro hotel. El tiempo me persigue porque ya dejé un vuelo reservado de Panamá a Barranquilla para dentro de tres días, intentaré cambiarlo de fecha y a Bogotá, porque hasta ahora me enteré que entre una ciudad y otra hay ¡17 horas de distancia!

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