Narraciones del recorrido que realizo vía terrestre por el Centro y una parte del Sur de América, con el objetivo de llegar a Colombia, a participar en el Tercer Encuentro de Periodistas con Visión de Género.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Persiguiendo aviones y ¡upss! Se acabó el dinero.


Tras concederme aquella licencia de hacer a un lado las preocupaciones, admito que la pasé muy bien pero el tiempo siguió su curso y el desfase de mi itinerario para recorrer Centroamérica se volvió mayor. Ayer aún pensaba saltar Nicaragua y llegar directo a Costa Rica. El problema es que solo quedan tres días para que inicie el encuentro, por lo cual yo ya debería estar camino a Panamá porque tengo un vuelo reservado allá para ir a Colombia. Hacerlo por tierra es mucho difícil y tardado. Dediqué bastante tiempo a pensar soluciones y cuando por fin concluí que me tendré que ir en avión, me enteré de que el precio del boleto se había disparado.
Estuve haciendo diferentes maniobras, como hablar con amistades en México para que me cambiaran el vuelo de Panamá que iría a Barranquilla, para un día más tarde y con destino a Bogotá para tener más tiempo de disponibilidad para comprar el vuelo, pero de todos modos fue inevitable pagarlo carísimo, y así se agotaron mis reservas de dinero.
Yo repito con frecuencia esta frase: lo único superior a la genialidad es la locura. Y la locura tiene diferentes interpretaciones, lo que yo intentaba hacer, cruzar Centroamérica por tierra en una semana es una locura, pero definitivamente no es algo superior a la genialidad. Al final de todo esto me quedó muy claro que hasta las locuras pueden tener límites.
La compra del boleto de Tegucigalpa a Panamá fue una aventura más que por sí sola merecería ser contada con detalles, pero ahora me detendré en uno solo que no obstante fue muy singular.
Por la premura de la compra no pude hacerla por internet, me indicaron ir a la ventanilla de Copa Airlines en el hotel Clarión, entonces fui y mientras esperaba a los colegas que me llevarían al aeropuerto hice plática con los guardias de seguridad, acerca de la situación política del país y el reconocimiento que para ellos merece el gobierno de Roberto Micheletti. Su respuesta me reconfirmó que la opinión está dividida en partes iguales, y que no se puede advertir nada de lo que mañana va a suceder en las elecciones. Lamento no poder quedarme a cubrir el proceso, y eso que sí consideré el acreditarme en el Tribunal Electoral, pero de hacerlo no llegaría a tiempo al encuentro de la Red Internacional en Colombia. Estoy segura de que hubiera sido una grandiosa experiencia pero la anécdota sucedida fue algo aparte. Es que cuando yo charlaba con los empleados del hotel, un chico me observaba y se reía, mientras fumaba un cigarrillo, entonces por su expresión supuse que quería integrarse al debate, por eso le pregunté si era hondureño, y para mi sorpresa me respondió no, mexicano. Claro, me emocionó encontrarme con un paisano tras tantos días lejos de mi patria querida. Luego le dije que soy periodista y él me dijo que trabaja en Artículo 19 (www.article19.org), una institución internacional dedicada a la defensa de los derechos humanos, en específico al de la libertad de expresión y que la parte más fuerte de su actividad es con periodistas, en la documentación de denuncias por agresiones. Su nombre es Ricardo González y me pareció muy oportuno entrevistarlo en relación al tema del golpe en Honduras. Después resultó que él iba a salir de Tegucigalpa ese día, igual que yo, pero la coincidencia también fue que salíamos en el mismo vuelo a Panamá, aunque él iba de conexión a México y yo ahí me quedaría. Aparte, nos tocó la misma fila de asientos en el avión y pues, ya con saber que estábamos en el mismo tiempo, en el mismo país, siendo mexicanos, que hacemos una labor muy paralela y hasta en los mismos temas, que tenemos amistades en común dentro de las redes y que volábamos juntos, fue algo que me pareció muy especial, en este mundo tan grande donde es tan difícil hallar gente con la que se pueda coincidir.
Ya cumplí una semana en travesía y estoy muy agradecida con todas las y los colegas que me han manifestado su apoyo, mis amigos, a quienes no tengo cómo pagarles todo lo que están haciendo por mí a distancia y a mi familia, que me espera y a la que ya ansío ver.

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