Narraciones del recorrido que realizo vía terrestre por el Centro y una parte del Sur de América, con el objetivo de llegar a Colombia, a participar en el Tercer Encuentro de Periodistas con Visión de Género.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Formal inicio en Tapa -no muy- chula.

En una película mexicana conocí hace años esta frase: “De que la mula dice paso y la mujer dice me caso, es más fácil que la mujer se case a que la mula pase”. En síntesis podría interpretarse como que las mujeres somos más tercas que las mulas pero yo no creo que sea por necedad, sino por convicción, y cuando tomamos decisiones no hay poder que nos impida ejecutarlas.
Pues ese es mi caso. Y es que antes de emprender este viaje, al menos el 90 por ciento de mis amistades me pidió que no lo hiciera, argumentaban que es arriesgado, cansado y que en la mayoría de las naciones de mi ruta ni siquiera hay suficientes atractivos porque son pobres, de hecho alguien me dijo “esos sí son países bajos”. Yo lo he tomado con buen sentido del humor y supongo que su reacción es porque me estiman y quisieran protegerme, aunque ninguna de sus razones me convenció.
Yo tenía interés en un proyecto de investigación como este porque creo que es el momento propicio y no sé si en el futuro tenga la oportunidad, ni lo quiero averiguar. No es algo igual a lo que se hace en los grandes periódicos, con los grandes presupuestos y no aspiro siquiera a parecer una gran periodista, solo se trata de hacerlo y no dejarlo en un anhelo.
Y finalmente hoy empecé aquí la aventura en Tapachula, Chiapas, donde espero cruzar la frontera hacia Guatemala e ir narrando mi recorrido por las siguientes naciones que están al sur, con una gran emoción y expectativa por experimentar todo lo que me espera.
En los últimos días he estado sometida a un acelere que subió mis niveles de adrenalina al máximo, entre los dos empleos que tengo –en radio y prensa escrita-, mis compromisos de familia y conseguir patrocinios para cubrir los gastos no me quedaba tiempo para dormir ni comer. Perdí tres kilos y ya empezaba con un tic nervioso en la ceja izquierda (que se me quitó con unas gotas relajantes que me recomendaron, vienen en una botella que dice “Don Julio”). Luego me entró la ansiedad, la angustia, el pánico y ese síndrome de la duda desnuda… pero todo lo que ya quedó atrás, porque estoy aquí, con todo el ánimo.
Al llegar a la ciudad me alojé casi a ciegas en un hotel que me recomendó el taxista, se llama Casa Mexicana y las habitaciones en vez de número tienen nombres de personalidades destacadas del arte Mexicana, como Frida Kahlo, Chabela Vargas y María Félix. Me tocó Sor Juana Inés de la Cruz y me sentí afortunada porque soy su ferviente admiradora.
Sí, es verdad que Tapachula tiene sus detalles, especialmente que la actitud de la gente es muy distinta a la de quienes somos del norte, serviciales, francos y muy directos. Oscureció temprano y entonces regresé al dormitorio decorado con imágenes de la autora de Redondillas, pero a camino me encontré con muchos niños y niñas pidiendo dinero, sexoservidoras y todavía no me reponía del impacto que sentí al llegar a un calor de 29 grados, cuando yo esperaba algo más fresco para ser otoño.
Mañana temprano buscaré cruzar la frontera hacia el sur y seguir hacia la capital, a dejarme sorprender por el desino.

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